Nuestra vida está llena de “esperas”.
Desde pequeños nos convencemos a nosotros mismos de que la
vida después será mejor. Creemos que cuando terminemos de estudiar y
encontremos un trabajo seremos más feliz que ahora. Nos convencemos que después
encontraremos la felicidad. Durante muchos años nos imaginamos nuestra vida
ideal, creemos que cuando alcancemos ese “sueño” seremos felices. Pero, ¿en
realidad es así?
Empezamos a construir ese “sueño” convencidos de que por fin
vamos a encontrar la felicidad, pero luego decidiremos esperar hasta poder llegar a cumplir otro “sueño”,
que por alguna razón se ha convertido en la pieza clave de esa felicidad. Nos
convencemos que cada uno de estos “sueño” es lo que nos falta para ser feliz.
De esta forma, la vida pasa ante nuestros ojos esperando el tren de la
felicidad que nunca llega.
No debemos arrepentirnos de cada uno de estos deseos, ya que
eso es lo que forma nuestra vida, de lo que si debemos arrepentirnos es de no vivir
la vida intensamente. Nos centramos demasiado en tontería y nos perdemos
momentos de felicidad por no saberlos reconocer. La felicidad no llega cuando
conseguimos lo que deseamos, si no cuando sabemos disfrutar de lo que tenemos,
no soñando con el mañana, si no viviendo el hoy.
Atesora cada momento de tu vida, y recuerda el tiempo no
espera por nadie, trabajo como si no necesitaras dinero, ama como si nunca te
hubieran herido y baila como si nadie te estuviera viendo, ya que no hay mejor
momento para la felicidad que justo este.
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